¿Por qué "La cuevita de la izquierda"?


El nombre de este blog, "La cuevita de la izquierda", fue sugerido por la Vicesecretaria General del PSOE, Elena Valenciano, que en una de las más desafortunadas declaraciones que se la recuerdan, aunque tiene muchas, manifestó que el PSOE debería abandonar "la cuevita de la izquierda" si quería tener algún futuro.

Este blog en origen fue creado por Juan Ramón Lagunilla fruto de una conversación sobre el despropósito de la frase de Elena Valenciano que tuvimos los dos y mi amigo Paco Ramos. Meses después, como del trío solo yo no disponía de una página en la que difundir mis inquietudes, le pedí a Juan Ramón que me cediera esta "cuevita" donde guarecerme en la nueva etapa que inicié cuando el pasado 17 de mayo de 2013 dejé todas mis responsabilidades en UGT. Simplemente he puesto dos fotos de la montaña palentina, una de Fuente Cobre, y otra de la majestuosa Peña Labra.

Aquí os espero.

martes, 21 de febrero de 2017

UGT, tarde...pero a tiempo (I)

Hoy he estado en Valladolid en la Asamblea de Delegados de UGT de Castilla y León para escuchar al Secretario General de UGT, el compañero Pepe Álvarez, al que han acompañado los Secretarios Generales de las tres Federaciones Estatales y Faustino Temprano, Secretario General de la UGT de Castilla y León. La verdad que ha merecido la pena, para lo bueno (la UGT de Pepe Álvarez marca el camino sindical) y lo malo (la UGT de Castilla y León se está convirtiendo en una isla aislada de esta recuperación).
 
            La UGT ha recuperado, de la mano de Pepe Álvarez, no sólo la tensión en la Ejecutiva Confederal, también el liderazgo social con sus acertados análisis y claras propuestas. Me he quedado con las siguientes frases, más o menos textuales:

           
-         Cualquier acuerdo de carácter general será sometido al voto de los delegados en las empresas, después de un proceso de análisis y debate.
-          El momento actual exige un proceso de movilizaciones creciente porque sólo con la negociación no vamos a poder tener acuerdos.
-          Que las movilizaciones no se queden en los cajones de las estructuras.
-          Si no hay condiciones para las movilizaciones, hay que crearlas.
-          Todos los actores políticos tienen que sentir el aliento de los trabajadores en el cogote.
-          Los empresarios están crecidos porque se lo dieron todo.
-          Estamos en un proceso de reinventar el sindicato.
-          La cara de la crisis es una cara de mujer.
-          Hay que ganar la batalla del reparto de la riqueza, recuperando salarios dignos, garantizando el IPC, al menos, en las pensiones y teniendo una fiscalidad justa, progresiva y suficiente para mantener el Estado de Bienestar al que aspiramos.
-          No vamos a firmar ningún acuerdo sobre pensiones que no incluya la garantía del IPC, como era hasta 2013.
-          Lo que algunos llaman privilegios de los empleados públicos son los derechos de todos.
-          Hay que recuperar la militancia porque los recursos del sindicato no son infinitos.
-          El sindicato no debe aspirar a que se le subvencione sino a que, como defensor de intereses generales, se le pague por el trabajo que realiza para todos los trabajadores.
-          No hay soluciones individuales, solo colectivas.
-          Los robots, que generan riqueza al empresario y eliminan puestos de trabajo, tendrán que cotizar a la Seguridad Social y pagar impuestos.
-          No vamos a gestionar formación sin garantías para la imagen del sindicato.

En fin, un discurso para recuperar la ilusión de los de dentro y la credibildad entre los de fuera, muy deteriorada por algunos factores que, creo, conviene no olvidar.

            La crisis financiera, económica, laboral y social que empezó en España en el otoño de 2008 también trajo importantes consecuencias sobre el sindicalismo de clase, en fin, sobre nuestra UGT. Es evidente que los cambios en los sistemas productivos, la “terciarización” de la economía, la privatización de servicios públicos, la externalización de actividades en las grandes empresas, la disminución del peso económico y laboral de sectores muy sindicalizados...además del neoliberalismo económico y político que siempre vio en el sindicalismo de clase un enemigo para conseguir sus objetivos, ya venían minando el peso y la afiliación sindical desde hace años.

            Pero la irrupción de ésta crisis, que no termina, vino a reventar una “burbuja sindical” inflada en la última década. Una generación de dirigentes que, en sus excesivamente largos mandatos, había gestionado el sindicato en la bonanza social y económica, que se manejaba muy bien en la comodidad cuando no en la indolencia y la inercia pasiva del día a día. Mucha información continua, muchos observatorios...demasiado diálogo social convertido en un fin en sí mismo, demasiada institucionalización de la organización que llevó a olvidar que, por encima de todo, el sindicato debe ser un contrapoder de clase frente al capital y a los gobiernos

Sin duda, el paradigma de este sindicalismo institucionalizado y neutral ha sido Castilla y León  donde , en perfecta unidad de acción con Comisiones Obreras, confundió la necesaria autonomía sindical frente a los partidos con un neutralismo político de difícil comprensión para los trabajadores y las clases populares

Una autonomía sindical “partidaria” ,frente a todos los partidos, fue sustituida por una más que aparente dependencia, de entrega, a los gobiernos.

            No se supo, más bien no se quiso, ver lo que suponía en la calle el 15-M. El grito de “no nos representan”, las demandas de más participación en la toma de decisiones, la exigencia de coherencia entre lo que se decía y lo que se hacía, entre lo que se representaba y como se vivía, una mayor transparencia, etc también iba destinado a la UGT. Se fue a remolque, no empezamos a ser mínimamente transparentes hasta que lo exigió una Ley contra la que los sindicatos hicieron lobby parlamentario en contra.

            Las tremendas agresiones sociales del Gobierno del PP en 2012 nos devolvieron a las calles. Calles que nos habíamos acostumbrado a pisar de 1º de mayo en 1º de mayo, convirtiendo esta fecha reivindicativa en una celebración, en un rito de paso. Nos reencontramos con las clases populares, en las Cumbres Sociales, con las Plataformas nacidas del 15-M. Volvimos a encabezar un caudal movilizador desconocido desde la Huelga General del 14D de 1988 y movilizaciones anteriores en la Transición.
           
            Es cierto, no paramos las principales agresiones contra los trabajadores, se perdieron batallas pero el gran error sindical fue abandonar la posibilidad de ganar la contienda desde el momento en que renunciamos a mantener en la memoria de los trabajadores y de la sociedad los feroces atropellos del PP para que, a la hora de las elecciones generales, el olvido no jugara a favor de la derecha.

            La sociedad no entendió que a partir del otoño de 2012, cuando todavía estaba en la retina de todos la entrada en Madrid de la Marcha Minera y las huelgas generales y sus grandes manifestaciones, se volviera a un diálogo social con el Gobierno central, con fotos vergonzantes en Moncloa del brazo del Presidente y la Ministra que habían reducido salarios y entregado los derechos de los trabajadores a los empresarios.  Curiosamente en el reino del dialogo social, en Castilla y León, nunca se abandonó la mesa mientras el mismo partido arrasaba nuestros derechos. Incluso la derogación de las reformas laborales desapareció de las exigencias y plataformas sindicales que en 2013 se presentaron al Gobierno, en palabras del Secretario General de CCOO “para favorecer el diálogo”.

            Es verdad que vinieron duros ataques desde los “poderes”, pero, también hubo demasiados “casos aislados” de malas prácticas (EREs, Bankia, Fernandez Villa...). La reacción fue defender lo indefendible e instalarse en el victimismo (“nos atacan porque somos el último dique contra el liberalismo”), cuando lo que exigía la situación era asumir responsabilidades, tomar decisiones y avanzar en la transparencia, fortalecer la participación y recuperar la coherencia.

            Nunca entendí que el Congreso Confederal de 2013 no supusiera el adiós de Cándido Méndez al que el segundo mandato de Zapatero (2008-2011) le había dejado con una menguada credibilidad social. Pero en 2013 muchos se pusieron a su estela y...se perdieron tres años más. Quizás fuera demasiado tiempo, demasiado tarde.

            Afortunadamente el 42 Congreso Confederal de hace un año (marzo de 2016) no fue ni de inercia ni de consenso, pese al intento de Cándido de designar sucesor.

            Hubo dos candidaturas, pudo haber tres y, contra las maniobras del “aparato” con Cándido en primera persona utilizando demagógica y miserablemente el “problema catalán”, por unos escasos pero hermosos 17 votos se eligió Secretario General de la UGT al compañero Pepe Álvarez.

            Su discurso en la clausura del Congreso ya fue ilusionante y esperanzador para mí. ¡Hasta mi admirado Nicolás Redondo aplaudía y asentía con entusiasmo! Un discurso que fue todo un programa regeneración sindical: la necesidad de derogar las reformas laborales como condición imprescindible para negociar un nuevo Estatuto de los Trabajadores en posición de equilibrio porque ir a una negociación con la correlación de fuerzas impuesta por las reformas era como ir a una derrota segura con un coste enorme en términos de credibilidad. La clara oposición al TTIP, la recuperación del contrato de relevo, la atención a los desempleados  mayores de 55 años, la exigencia de que hubiera un acuerdo para gobernar desde la izquierda (aunque ya era demasiado tarde porque el sindicalismo había sido neutral desde el 20 de diciembre de 2015), la mejora salarial para mantener las pensiones, una reforma fiscal progresiva. En definitiva, actuar contra la desigualdad de rentas tanto en las empresas (distribución) como desde los gobiernos (redistribución). Y en lo interno, un claro compromiso con la transparencia y contra los “hechos aislados” de incoherencia sindical.          

            Desde este discurso, hasta el de hoy, cada intervención pública ha ido en  la misma línea de restablecer el sindicato en la línea de contrapoder obrero poniendo, incluso, en vísperas del 1º de Mayo, el diálogo social que tan pocos logros había traído para los trabajadores comparados con los perjuicios causados a nuestra credibilidad social:

            “La concertación ha sido muy positiva, pero creo que en los últimos años se ha convertido en una foto útil para los gobiernos, que nos ha perjudicado a los sindicatos...Vamos a intentar introducir elementos de control en esos pactos...de esto tendríamos que haber despertado antes porque los sindicatos no forman parte de las instituciones del Estado, ni formamos parte del sistema”.
 
            En estos meses Pepe Álvarez ha marcado el paso de los principales debates sindicales (la cotización de los robots que en los próximos años van a sustituir a más de la mitad de los puestos de trabajo actuales), los límites de la negociación en materia de pensiones (“no vamos a firmar ningún nuevo retroceso”), etc.
           
            Tarde, demasiado tarde, pero a tiempo de volver ser la UGT. Dos décadas después volvemos a tener un LIDER que nos ha vuelto a hacer sentirnos orgullosos de ser ugetistas, que está reorientando al sindicato en este mundo en crisis.
           
            Pero no está siendo suficiente, en nuestras estructuras, reformadas cuantitativamente, sigue anidando demasiada comodidad cándida heredada de años de burbuja sindical, demasiada indolencia y vaguería.
           
            Y en Castilla y León seguimos pagando, en términos de eficacia y credibilidad, una estructura zombi y un exceso de neutralismo político. Pero esto queda para otra entrada, aunque Pepe Alvarez ha marcado el camino: la estructura territorial de la UGT de Castilla y León tiene que ser la que aquí queráis.